FEDOR
FEDOR
respóndeme...
quédate junto a mí,
esta desvariada
soledad me ronda día y noche,
no me dejes,
aunque pretendes hacerlo lo sé.
Ya no observo el
brillo de tus pupilas
ni tus labios rojos,
tus manos ligeras
están frías,
tus párpados
sedantes se escapan,
no te vayas.
Fedor, ya no
entras despacito por mi ventana a acariciar mi piel,
ya no observo tu
sombra entre los árboles
ni percibo tu
dulce perfume,
Fedor, ¿dónde estás?
Seguro merodeas
otro amanecer,
rocías flores en
tierras lejanas,
cómo no
entenderte Fedor
si sacudí la miel
de mi amargura entre tus entrañas;
creo entender el
silencio de tus palabras,
la amargura de tu
no presencia.
Mas Fedor mío
siempre serás mío
de noche de
día,
me acostumbrare a
tus párpados dormidos
a no sentir tu
aliento
te lo
prometo,
pero no me dejes
Fedor,
quédate acá donde
siempre estuviste
donde vestíamos
nuestros sueños
donde jugábamos a
ser lo que nunca fuimos.
Fedor te
acuerdas cuando caminábamos cuesta abajo
y el brillo
del río nocturno nos hacía llorar...
Yo me
acuerdo bien tu silueta casi perfecta bajo la luna,
arábamos
nuestros pasos
cogíamos
nuestras manos
enredábamos
nuestros cabellos,
cómo
olvidar.
Fedor,
Fedor tan sutil suenas,
tan
calladito yaces,
aun cuando
tocan las campanas
y el sol se
esconde
tan sutil
sueñas,
más imagino
tus sueños, aquello que siempre me decías:
“Algún día
cultivare flores en el desierto,
anclare mi
barca en el infinito de los mares,
adorare la
soledad y pediré al cielo su perdón”.
Nunca te
olvidaré Fedor.