AMORDAZANDO EL CUERPO

 


Gota tras gota, tac, tac, tac, tac, reventando en la epístola de su inconciencia, levantose tan raudamente y corrió al baño, cerró la manija de la bañera, -Es una fuga –dijo soñolientamente, la estimulación de la vejiga al sonido del agua la obligaba a excretar aquel líquido ureo; sin embargo aguantó, puedo esperar, ya va amanecer, muero de sueño –murmuró caminando zigzagueante.

Aquel dolor de espalda, era indicio de un nuevo día, ¡levántate!, se decía a ella misma –y su cuerpo no pudo contener su desbordante sueño.

El brillo solar hincó sus parpados, era irremediable tener que levantarse, sentada al borde de su cama frotaba su escasa cabellera sin percatarse de la fragilidad capilar que sufría desde hace algunas semanas, levantose de su tibia cama y dudante se animó a hacer andar sus delgadas piernas. –que dolor de espalda, ¿seré yo o será el colchón? –dubitó unos segundos dirigiéndose al baño donde al fin pudo desfogar aquella orina retenida, una vejiga sufrida le agradece tan humano acto; llegó el aseo matutino como cada mañana, la limpieza de aquellos dientes que de niña la hicieron sonreír, mirándose al espejo tratando de encontrar el brillo de sus incisivos, van perdiendo su color –murmuró, iré por un blanqueamiento dental en algún momento o quizá nunca –pensó.

Ya las 12 del mediodía, como cada día de verano, empezaba a calentar la casa,  -¡un poco de agua a las delicadas plantas! exclamó, una barrida al parquet gastado, una tendida de cama, con las mismas sábanas de hace 2 meses –estas sabanas, las cambiaré en un par de semanas o quizá –seguía posponiendo el tiempo como cada día.

-Bueno hora de cocinar, ¿que diablos haré hoy?.., tengo hambre ¡me comería todo un cerdo al horno!.

Buscó en la nevera, no había más que un pedazo de pollo de casi 30 días, una roca de hielo de color blanco, lo sacó y lo puso a descongelar, este fin de semana hare compras y un pedazo de cerdo no me faltará o quizá –siempre decía lo mismo cada viernes o quizá no.

Terminó de almorzar su exquisito estofado, un poco salado para su gusto, y con mucho caldo como ella detestaba, rendida al  desenlace de la digestión, se tiró en su cama tibia  y aún más que ello en una tarde de verano, sin ventilador que la acompañe, pasaron las horas terriblemente rápido y el sudor desbordante de su cuello la levantó –que incomodidad este calor, ¡andaría desnuda!; se cambió de polo e insistió en ponerse un polo seco que recogió del cesto de ropa sucia de hace 29 días; se alistó para ver el atardecer desde su placida ventana, la única que le generaba aire en el lecho de su sala, se sentó sobre aquel sillón gastado, marrón oscuro, con finas líneas blancas al que le arrebataron finos trozos de hilo empapados de soledad, apoyó su cabeza en el brazo derecho y esperó las 6 de la tarde; desde lo alto de su pequeño departamento, el horizonte siempre se divisaba mejor, al llegar las 6:50 pm ya no había rastros de sol, y como cada noche el recuerdo de su amado difunto se desvaneció –Estaríamos juntos mirando este atardecer, ¡son 30 día que llevó sin ti!, contengo cada día mi desgarro, es irremediable, ante el sol mi cuerpo se hace susceptible a tu recuerdo, ¡no puedo evitarlo¡, solo esta gran ventana me acerca a ti –Fabiana lloró desconsoladamente, araño cada parte de su mueble, hundiendo sus dedos en las fibras desgastadas y su desesperación cedió al ocaso, como cada tarde. Será quizás el último ocaso de sufrimiento o no.

Entradas populares de este blog

Ejercicios: Si tuvieras que darle las gracias a alguien

Ejercicios: Si tuvieras que empezar a escribir tu libro hoy, ¿por dónde empezarías?

EUGENIA IN TO EROTIC SOUND